Mensajes recibidos por

María Matea

1989

26 de febrero de 1989

 

SOBRE LAS SEÑALES DE LOS TIEMPOS, SOBRE UN GRAN TEMBLOR QUE HABRÁ EN COSTA RICA Y QUE AÚN NO HA SUCEDIDO.  ORACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

 

“Ave María Purísima” y yo le contesté, sin pecado concebida.

 

“Hijos míos, debéis pedir en vuestras oraciones que mi Dios os lleve dentro de las llagas de mi Santísimo y Divino Hijo Jesús, o que os lleve dentro de mi Inmaculado Corazón.  Sólo tendréis estos dos refugios seguros, contra los males que vienen de la naturaleza.

 

Veo vuestra confusión, entiende María Matea, que yo estoy dentro de las llagas de mi Hijo y mi Corazón está dentro de su Sacratísimo Corazón.  El que está con mi Corazón, está con mi Hijo.  Y el que está con Él, está conmigo también.

 

Un volcán hará estragos por aire, tierra y mar; pues el mar va a responder a los retumbos del volcán.

 

Os anuncio que será frecuente ver el mar correr por las calles.  Grandes crecidas vendrán.  Sólo deseo a mis hijos orando alrededor de su Madre.  Podréis aminorar tanto peligro y estos pueden hasta desaparecer, pero sólo si rezáis el Santo Rosario y clamáis con un corazón contrito y misericordioso para con vuestros hermanos.

 

Grave peligro os acecha.  Orad con insistencia para que el volcán no explote de noche, pues la hora de la explosión aún no ha sido fijada.

 

Rogad por mis hijos que están en peligro, en grave peligro.  Ponedlos a todos bajo mi manto; pues mi manto está sobre vosotros; pero son pocos los que oran.  Vosotros debéis conducir el rebaño con vuestras oraciones hacia mí, para que yo los proteja.  Encomendad a todos mis hijos en el rezo de vuestros Rosarios.”

 

Madrecita, eso es difícil de lograr.  Ni siquiera la mitad reza.

 

“Me basta entonces con que rece la mitad de la octava parte que yo lo haré.  Pero es vuestra tarea agrandar el número de orantes.”

 

El mapa de Costa Rica apareció en el cielo y sobre él, una nube celeste claro con gran fulgor y resplandor.  Ahí dentro estaba el manto de la Santísima Virgen María.

 

El volcán que nos amenaza en ese momento resplandeció porque la Virgen estaba sobre él.  Ella bendijo desde ahí a todos sus hijos que rezaban, oraban o pensaban en ella en ese momento.  Y a todos los que estaban en peligro.  Rezando ella dijo:

 

“Mi Dios es potente.

Mi Dios es misericordioso.

Mi Dios es fiel.

Mi Dios es invencible.

Mi Dios te ama con ternura a ti y a todos los míos.

Ave María Purísima.”

 

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