Mensajes recibidos por

María Matea

1990

28 julio de 1990

 

RECOGE LA ALEGRÍA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA PORQUE EN ORACIÓN LE HEMOS LLEVADO A MUCHOS DE NUESTROS HERMANOS CON LA ORACIÓN DE CADA DÍA CUANDO INTERCEDEMOS POR ELLOS Y SE LOS PONEMOS EN SUS MANOS

 

ORACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA POR LOS QUE REZAN PARA LA CONVERSIÓN DE LAS ALMAS DEL MUNDO ENTERO

 

Mientras rezaba, yo vi a la Santísima Virgen María de pie, delante de donde Ella dice, comienzan los caminos del mundo.  Es como si todos los caminos que ha recorrido la humanidad, por la gracia de Dios fueran sólo uno.  Esto se refiere a todos los tiempos.  Al principio sólo una luz blanca iluminaba ese camino, el resto era oscuro, entonces fueron cayendo del cielo como rosas blancas que se colocaban a uno y otro lado del camino.  Estas flores eran las almas escogidas por mi Dios para que con su Santa gracia ayudaran en la salvación de las almas de todos los tiempos.

 

La Madre Santísima dijo:

 

“Amadísimos hijos de mi Padre Celestial, venid en esta hora y ayudadme con vuestras oraciones a salvar almas”.

 

Entonces Ella recorría ese camino y mientras lo hacía aquellas flores que eran personas le daban a la Madre ramilletes como de margaritas blancas y resplandecientes que eran las almas salvadas por la oración.  Vi que algunos videntes le daban un selecto ramito de flores hermosísimas que eran almas de videntes que no pude reconocer.

 

Ella me dijo:

 

“Mirad, pequeña florecilla de los campos de mi Jesús, es que habéis traído muchos de vuestros hermanos con vuestras oraciones de todos los días.  Seguid adelante, seguid adelante, seguid adelante”.

 

Hizo una pausa y oró así:

 

“Oh mi Amadísimo Señor Jesús, que la luz de vuestro Sacratísimo Corazón ilumine los corazones de estos pequeños hijos de mi Inmaculado Corazón, para que en gracia y pureza den honor y gloria a vuestro nombre que es Santo.  Os lo ruego y suplico por el amor eterno que destila de la llaga de vuestro Santísimo Corazón y por el honor de vuestro Santo Nombre; y os doy gracias porque siempre estáis atento a mi súplica.  Amén”.

 

Hizo otra pausa:

 

“Gracias amadísimos hijos de amor por tanto amor.  Id en paz y que la paz de nuestros corazones esté en los vuestros en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.  Amén”.

 

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